“En mi familia me decían Musaraña”
Maximiliano Sena, 25 años actor
Maximiliano, ¿cuándo empieza tu pasión por el teatro?
Mi pasión por el teatro empieza desde muy chico, me gustaba mucho expresarme, mostrarme, era muy travieso y muy loco, en mi familia me decían Musaraña, como la rata mala e inquieta que no paraba (...) Me tiré para el lado del teatro y luego la comedia musical, que es lo que hago actualmente. Es acá donde realmente descubrí mi vocación y lo que realmente me gustaba, lo que soñaba y de lo que me gustaría vivir.
¿Salías de chiquito en los actos escolares?
¡Sí, ni hablar! ¡En todo personaje que se me presentaba, yo estaba ahí. Sobre todo muy de chiquito. Después, ya de adolescente, me encantaba conducir los actos.
¿Qué es lo que te puede dar vergüenza hoy en el escenario?
En este momento, cuando ya aprendí los gajes del oficio y lo que realmente es el teatro, me daría vergüenza chantajear al público, y no ser responsable ante el proyecto que presento.
¿Dejarías el teatro por alguna otra pasión?
No, eso jamás, el teatro es mi gran pasión, es mi vida, es lo que amo, y es lo que pienso hacer hasta que me muera, es lo que alimenta día a día mi alma, mi espíritu, el día que no tenga más ganas del teatro es porque estoy muerto, como dice la frase: Que el escenario me tiña las canas.
Contame ¿qué sentiste al recibir tu primer aplauso?
Mi primer aplauso fue raro. Al ser la primera vez que me subí a un escenario, estaba muy nervioso, pendiente de muchas cosas. El aplauso que más sentí, que me re emocioné, que se me puso la piel de gallina, me corrieron escalofríos y sentía algo en el estómago y en el pecho, y hasta el día de hoy me acuerdo y me pasa lo mismo, fue el 12 de octubre del 2008 cuando estrenamos el musical de Romeo y Julieta en la sala mayor del Teatro Municipal a sala llena y con medios de prensa y todos de pie. Eso no me lo olvido jamás, ese saludo final de todo el elenco y yo siendo de Romeo y salir a saludar y de que aplaudan de esa manera, con mucha gente conocida, amigos, familiares, vecinos, que me fueron apoyar, ¡fue mortal!
“La ilustración es una verdadera necesidad espiritual”
Gaspar Villot, 20 años Ilustrador (y músico)
Gaspar, ¿cuándo y cómo nace tu interés por la ilustración?
Por la ilustración, sea caricatura o realista, el interés surgió desde que tengo memoria. Empecé desde muy chico a dibujar en cuanta hoja pude, y con lo que tuve a mano. Desde colores con fibra hasta blanco y negro con grafito, fui pasando por diversos estilos y estéticas, siempre intentando mejorar técnica y expresivamente.
¿Te acordás de ese día que dijiste: ‘Quiero hacer esto...‘?
Si, me acuerdo (¡fue hace tanto!), era muy chico, pero recuerdo haberme decidido a que el dibujo iba a ser parte esencial de mi vida.
¿Cómo estudiaste, y te capacitaste para lograr hacer lo que hacés hoy?
Soy autodidacta, pero tuve la oportunidad de servirme de los conocimientos de varias personas, siendo uno de los principales mi papá (el artista plástico Gabriel Villot), que me enseñó casi todo lo que se de dibujo. También pude presenciar de cerca la obra de varios artistas santafesinos y extranjeros, de los cuáles fui tomando elementos para incorporarlos en mi estilo.
¿Qué intentás expresar en tus trabajos? ¿Cuál es el motor interior que te llama a hacerlo?
Cada trabajo tiene un disparador diferente, desde alguna idea o un comentario hasta un elemento artístico, como una narración o una música en particular, pero todos ellos parten de una necesidad de expresión propia, de querer compartir un estado o una idea en particular; una verdadera necesidad espiritual.
¿Es un hobbie o tu sustento de vida?
Es un hobbie, pero por decisión propia, ya que mi otra gran pasión (la música) tuvo las de ganar a la hora de decidir mi profesión, aunque no por eso el dibujo tuvo un papel inferior en mi vida, todo lo contrario: es el complemento necesario a mi otra gran necesidad artística.
¿Esto es para toda la vida?
Sí, pienso que esto es algo que dura para siempre; se puede mejorar o no, tener ansias de creación o bien perderlas, encontrar la inspiración o volverse repetitivo, pero no creo que se lo pueda abandonar tan fácilmente.
“Bailaba sola en mi pieza, pero sin mirarme al espejo”
Sofía Rolando, 36 años Bailarina
Sofía, ¿te acordás de tus comienzos?
Yo era de las que bailaba sola en mi pieza, pero sin mirarme al espejo (...) Tenía 9 años y no paré más. Siempre me gustó el escenario, el actuar para los demás. También soy una interesada por la técnica y la enseñanza de la danza a lo que le agregaría el gusto por la investigación teórica (...) es una forma de estar en el mundo, de percibir y disfrutar a través de esa forma la danza o movimiento.
¿Cuándo fue la primera vez que decidiste que ibas a hacer esto de manera profesional?
Esa decisión la tomé a los 19 años. Ya había terminado el Colegio secundario un año antes y después de un tiempo decidí que iba a dedicarme a esto y en eso me hice profesora. Es lo que a uno lo moviliza emocional y espiritualmente.
¿Y hoy es tu sustento?
Se hace muy difícil es con la realidad laboral y social de esta disciplina, falta de legislación de la actividad y valoración de la actividad como un trabajo y no como un hobby, ya sea desde el ámbito privado o desde el Estado. Hoy dicto un taller de danza contemporánea en el Centro Cultural Provincial, desde 2009. También dicto clases de salsa y danzas del Caribe junto a Francisco Moretto, en el Centro Balear de Santa Fe. Y además, doy clases de perfeccionamiento técnico al grupo Arte Latino, de Santo Tomé, y, cuando puedo, doy clases particulares, individuales o grupales de entrenamiento físico, salsa y composición coreográfica.
La danza es tu pasión...
Yo diría que es mi decisión de vida.
“Me vi hablando de revoques y le dije ‘Viejo, tengo que hablar con vos’”
Luciano Yapur, 30 años músico
¿Cuál es tu primer recuerdo con un instrumento?
Mi primer recuerdo es con la guitarra, a los 12 años, porque mi viejo estudió guitarra. Fue como un juego. También había otros instrumentos en casa porque mi hermana era flautista.
¿El primer instrumento que tomaste para vos fue la guitarra?
No, el teclado, porque estaba de moda. En esa época venía todo de afuera y era muy típico que las familias compraran un teclado electrónico para los más chicos. Siempre intentando componer. Nunca me gustó interpretar, si interpretaba lo hacía con un estilo mío.
La primer canción que hiciste ¿cuál fue?
Uh, las primeras canciones que hice siempre fueron muy trágicas, hablaban de historias de amores sufridos, se trataba de canciones que hablaban de cosas de grandes para pibes de esas edad. Siempre me gustó lo dramático, por eso me gusta mucho el arte flamenco, porque es arte dramático, y también está la juerga, la parte más divertida.
¿A quién le mostraste tu primer tema?
No, no mostraba, guardaba todo, porque también era un juego esto.
A los 12 años, cuando agarraste la guitarra, ¿le dijiste a tu papá “enseñame” o fuiste a aprender?
No, un amigo me enseñó cuatro acordes de una canción de los Guns and Roses. Se llamaba ‘La amaba‘. Y aprendí otros acordes de Don’t cry. Me acuerdo que cuando los aprendí no paré de tocarlos. Llegaba, lo saludaba a mi viejo y le decía buenas noches, y me iba a la pieza y me generaba placer tocar hasta cualquier hora.
Mi viejo me decía “te conviene aprender, porque vas a tener muchas más posibilidades”, porque yo me negaba y no quería aprender, tenía algunos prejuicios, me parecía que podía llegar a ser aburrido.
La secundaria fue el momento de compartir la guitarra con los demás. Ya estaba más en otra onda. Me acuerdo que a los 14 años, había un acto del 9 de Julio en la escuela, y un compañero me dice: “¿Por qué no te presentás a tocar en el acto?, ya basta de tocar en tu casa, en tu pieza”. Accedí. Sorprendí a varios, no por la calidad (porque sea bueno o malo) sino por el gesto de pararte delante de todo el mundo y hacerlo. Hice una canción relacionada al 9 de Julio.
¿Cuándo descubriste que la música era lo tuyo?
Empecé a estudiar arquitectura, porque me gustaba el dibujo y el diseño, y al segundo año me di cuenta de que no era para mí. Me acuerdo que me levanté y me fui del aula cuando el profesor de Construcciones dijo que a la semana siguiente íbamos a exponer el trabajo. Entonces dije “chau”. Me vi hablando de revoques, de interiores, y le dije a mi viejo: “tengo que hablar con vos”. Y le dije que no podía más con la carrera. En ese mismo momento decidí que mi carrera iba a ser la música. El momento de transformarme de amateur a profesional.
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